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- Tengo que ver a Glenn - respondió rápidamente.
Ella sonrió amablemente.
- Claro, señor Barbee, pero ¿por qué no se vuelve a acostar mientras que...?
- No es momento para exhibir su técnica para calmar locos. Puede que lo sea y puede
que no. Espero que eso sea todo lo que me ocurre. Pero, loco o no, tengo que hablar con
Glenn. ¿Dónde duerme...? Tenga cuidado. Se lo advierto. Estoy completamente seguro
de que usted sabe manejar a los locos perfectamente, pero creo que mi caso es diferente
- la enfermera se había quedado impresionada y Barbee hizo todo lo posible por parecer
peligroso -. Estoy seguro de que va usted a echar a correr en cuanto me transforme en
una enorme rata negra.
La enfermera palideció y retrocedió tres pasos:
- Lo único que le pido - dijo Barbee - es hablar con Glenn ahora mismo durante cinco
minutos. Si molesto, que me lo ponga en cuenta.
- Supongo que tendrá usted algo importante que decirle, porque si no... De todas
formas, no seré yo quien le impida hablar con él. Voy a indicarle dónde vive.
- ¡Estupendo!
Se levantó - pues se había puesto a cuatro patas - y la señorita Hellar esperó a que él
empezara a andar para ir ella detrás. Debía creer que era realmente capaz de
transformarse en rata. Desde la puerta trasera le señaló la casa de Glenn, que estaba
completamente a oscuras. La enfermera pareció aliviada cuando se separaron.
Antes de llegar a la casa de Glenn se iluminó una de las ventanas. La enfermera debía
haber telefoneado. El psiquiatra abrió personalmente la puerta antes de que Barbee
llamara. Glenn parecía más adormilado que nunca.
- ¿Qué sucede, señor Barbee?
- Me ha pasado otra vez - dijo Barbee -. He tenido otro sueño... Pero sé muy bien que
es algo más que un simple sueño. Esta vez yo era una serpiente y he matado a Nick
Spivak. Quiero que llame usted a la policía. Encontrarán su cadáver en la acera, al pie de
la torre de la Fundación. En el piso noveno hay una ventana abierta. Yo mismo le he
asesinado.
El psiquiatra parpadeó sus somnolientos ojos castaños y se pasó la mano por la rizada
cabellera.
- ¿No quiere llamar a la policía? - insistió Barbee.
- No, no podemos hacer eso.
- ¡Pero Nick ha muerto y era amigo mío!
- Calma, señor Barbee... Si allí no hubiera tal cadáver habríamos molestado a la policía
sin motivo. Y si lo hubiera, nos resultaría muy difícil explicarles cómo sabía usted que se
había producido esa muerte. Yo soy un riguroso materialista, pero la policía está
compuesta de materialistas prácticos.
- O sea ¿que usted cree, realmente, que lo he matado?
- No, señor, en absoluto. Me ha dicho la señorita Hellar que hace apenas unos minutos
usted dormía a pierna suelta en su habitación. Sin embargo, entreveo una posibilidad que
me permitirá explicarle su sueño.
- ¿Ah, sí? ¿Cuál?
- Fíjese bien. Usted procuraba esclarecer el misterio que rodea la conducta de su viejo
amigo Quain y de su compañero de trabajo en el mundo real... Conscientemente no ha
llegado usted a ninguna conclusión satisfactoria... Sin embargo, recuerde que el
inconsciente es mucho más ingenioso de lo que normalmente se supone...
Inconscientemente, señor Barbee, usted ha debido sospechar que esta noche tirarían a
Nick Spivak por la ventana en cuestión... Y a poco que su suposición coincida con la
realidad, la policía va a descubrir el cadáver y la ventana abierta. Ya se imaginará usted el
panorama.
- ¡Absurdo! Estaba a solas con Sam.
- Es lo que yo quería decirle. Conscientemente usted rechaza la idea de que Sam
Quain sea un asesino, y la rechaza incluso con un énfasis muy significativo, porque
permitiría suponer que; inconscientemente, usted quiere que Sam Quain sea condenado a
muerte por asesinato, por ejemplo.
- ¡Imposible! ¡No puedo admitir eso! ¡Qué cosa más diabólica! ¡Es una locura...! Ya le
he dicho, doctor, que Sam y Nora Quain son mis más antiguos y mejores amigos. ¡Ya se
lo dije, caramba!
- Él y ella, ¿verdad?
- ¡Cállese ya, no me gustan esas insinuaciones!
- Era una simple sugerencia, señor Barbee... Sin embargo, la violencia con que acaba
de reaccionar me indica bastante claramente que he tocado un punto sensible. De todas
formas, no sirve para nada seguir hablando ahora. Olvidemos todos estos problemas por
esta noche y vuelva a la cama.
- Muy bien, doctor, y perdone que le haya molestado... Pero se equívoca de parte a
parte en lo que respecta a Nora Quain. Yo, de quien estoy enamorado es de April Bell.
Glenn cerró la puerta con una sonrisa sardónica. Y Barbee, a través de la brillante
noche escarchada, bajo las estrellas, llegó al conjunto de edificios oscuros, donde
solamente se veían una o dos ventanas iluminadas. Era extraño caminar entre sombras y
formas indeterminadas, percibiendo el mundo con los sentidos humanos incapaces de
captar sonidos reveladores y los perfumes del sueño.
Los perros del vecindario estaban callados. ¡Qué extraño! Le pareció oír un grito de
Rowena Mondrick en el pabellón de los agitados. Pero debió haberse equivocado. Se
iluminaron otras ventanas, quién sabe por qué motivos. Llegó al anexo. Glenn era un
imbécil o algo peor. Un psiquiatra honesto - Barbee estaba persuadido de ello - nunca
diría cosas así. Sin embargo, se veía obligado a admitir que, en tiempos, había estado
enamorado de Nora, antes de que se casara con Sam. Durante el viaje de éste, acaso
también hubiera ido a verla con excesiva frecuencia. ¡Pero de ahí a las conclusiones que
sacaba Glenn! Entre Nora y él nunca había habido nada que Sam no hubiera podido
saber. Barbee no tenía ninguna razón para odiar a Sam.
Con respecto a lo de avisar a la policía, decidió que Glenn tenía razón. Si lo hacía,
sería catalogado o de asesino o de loco. Y, sin embargo, tenía que liberarse de la certeza
de que Nick Spivak yacía muerto al pie de aquella ventana... Había que hacer algo, pues,
como había sugerido Glenn, Sam Quain podía ser acusado de su muerte.
Subió al segundo piso y la señorita Hellar le autorizó de mala gana a usar el teléfono.
Llamó a Nora Quain, que respondió al instante, como si hubiera estado esperando una
llamada. Su voz parecía asustada.
- ¿Qué sucede, Will?
- ¿Sam tiene teléfono en la Fundación?
- Sí.
- Pues llámale, por favor. ¡Enseguida! ¡Despiértale! Dile que busque a Nick Spivak.
- ¿Por qué, Will?
- Tengo la impresión de que le ha ocurrido algo a Nick y creo que Sam está en peligro.
Sí, en grave peligro, porque...
- ¿Y tú cómo lo sabes, Will?
- Rutinas del oficio, Nora. He recibido una información. Sí, es confidencial... ¿De modo
que ya estabas enterada?
- Acaba de llamarme Sam. Estaba como loco, Will, completamente horrorizado.
- ¿Y qué era? ¿Qué ha pasado? ¿Y Nick?
- Se ha caído por la ventana... Por la del laboratorio especial, desde el último piso de la
Fundación. Dice Sam que se ha matado.
- Sí, eso me ha dicho mi informador. Pero ahora, por favor, avisa a Sam. Sé que está
en peligro.
- Pero ¿por qué va a estar en peligro? Sam cree que Nick se durmió y tuvo una crisis
de sonambulismo. Ya sabes que le sucedía a veces. Pero Sam no es sonámbulo... ¿Qué
es lo que le puede pasar a Sam según tú? [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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